9 de noviembre de 2009

Del adiós

Acabo de descubrirlo, odio los aeropuertos. Son como los hospitales: mucha gente entra y sale, muchas lágrimas y emociones, expresiones de felicidad, de tristeza, de melancolía, de angustia. No es difícil ver una par de ojos inundados de lágrimas mirando por un pasillo a una persona que se aleja, tal vez para no volver.

Hace días cuando regresaba de Wellington, la capital de Nueva Zelanda hacia Auckland, vi a una familia despidiéndose en una parada de bus. En esta ocasión los que parecían los dos padres abordaban el mismo bus en el que yo estaba. Los tres hijos y una nieta se despedían con fuertes abrazos y las lágrimas fueron inevitables. Incluso para el padre, un señor que rondaba los 50 años o más, que al comienzo quiso ocultar su emoción, terminó con los ojos hincados y la nariz colorada. Eso me hizo recordar aquel momento en el aeropuerto cuando toda mi familia me veía partir, mientras mi hermanito gritaba: “¡chao Joanna! Yo te acompaño al avión. ¡¡Joa chaoooo!!”, hasta que no pude más mirar y me refugié en la fría sala de espera. Aún ahora lo recuerdo y es difícil.

Luego en el aeropuerto de Auckland, justo a la entrada de inmigraciones, familias se dividían. En el avión un evidente inmigrante chileno estaba con su nueva familia Australiana (una esposa y dos pequeños) quienes seguramente iban a visitar a su familia latina. Hermanos separados por trabajo, padres e hijos divididos por ir en busca de mejores oportunidades, parientes que no se ven por muchos años y así tantas historias. Inmigrantes, ellos y yo somos inmigrantes, no sólo de nuestra tierra, sino de sueños e ilusiones, somos portadores de anhelos y a veces de esperanza. Pero detrás de toda esa poesía, siempre están los adiós.

Cuando me despedí de mis amigos el sábado por la noche sentí una melancólica felicidad. Estaba tan contenta por haberlos conocido y tan triste por tener que dejarlos. Como siempre, las despedidas no son fáciles, pero ¿cuántos adiós hay que decir para poder acostumbrarse? Ni siquiera con un millón sería suficiente. Stephanie, Nathalie, Florent y Marianne, cada uno un personaje, cada uno una historia, cada uno una huella de este viaje y sin contar todas las que ya he ido coleccionando a lo largo de los años.

Me pregunto cuántas veces más tendré que despedirme de gente que aprecio, cuántas lágrimas más en una noche y cuántos pensamientos de “hasta aquí llega, fue bonito conocerte”. 


Amigos

4 comentarios:

Florent dijo...

si ! fue bonito conocerte ;-)

besos

Florent dijo...

escribi el mensaje arriba o abajo (vamos a ver) antes de aprender el espanol. Ahorita puedo comprender todo lo que escribistte ^^

Que feo ! ^^ No fue "bonito" conocerte pero fue un gran placer ! ^^
Nos vemos en un ano para un nuevo road trip ^^

Florent dijo...

oh ! Se pase 1 ano entre mis comentarios ! ^^
Que divertido verte con el pelo largo en la foto !!! ^^
besos

Joanna Riquett dijo...

Jajaja Flooooo!!! estás loquito tú!!
1 año babe, 1 año para el siguiente! ;)

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