5 de diciembre de 2010

Ciudades Paralelas

Buenos Aires es una ciudad difícil, a veces un poco antipática y espantosamente maloliente y sucia en el verano - al parecer en invierno todo se oculta bajo una nube de frío-, sin embargo tiene esta particularidad que la reivindica de cualquier mal pensamiento que yo pueda tener. Se puede asistir una noche a un Jam de Escritura, una noche a Ciudades Paralelas, una noche de rock y diversión con Bicicletas y para finalizar, una de jazz en el teatro; es un tren de cultura y felicidad. ¿Quién puede dormir cuando hay tantas cosas por hacer?

Los seis balcones participantes
Ciudades Paralelas es un proyecto que se experimentó en Berlín y ahora aterrizó en Buenos Aires. Desconozco su naturaleza o próximos planes, pero si algún día llega a tu ciudad, no lo pienses dos veces y ¡VE! Había varias opciones para experimentar y, por cuestión de tiempo, yo pude ir a sólo dos: Casa y Estación de tren. 'Casa' me voló la cabeza (como dicen aquí). Es fantástica la sutil línea que divide la realidad de la ficción. Estás frente a un edificio cuyos departamentos tienen las persianas cerradas. Tu equipo consta de un receptor y de paciencia. Comienzas a escuchar voces desde el interior de las casas. En el primer departamento se asoma una señora y cuenta su historia. Es paraguaya, tiene muchos hijos y nietos, y vive en un monoambiente con su nieto menor y una hija. Es la encargada del edificio y nos cuenta quiénes son los vecinos. Se abren las persianas, poco a poco se revelan seis personajes distintos, cada uno con una historia diferente y un espacio en común. Mientras uno habla, los otros en sus propios departamentos 'actúan' su cotidianidad. Nosotros, los espectadores, estamos de pie entendiendo cada realidad que se descubre en las ventanas. Nosotros, los espectadores, somos cómplices y testigos. Nosotros, los espectadores, estamos llenos de excitación.

Es una experiencia individual compartida. No hables, no te distraigas, no mires a los transeúntes desprevenidos que se preguntan qué hacemos veinte personas con audífonos mirando hacia el edificio, y sin embargo, tenlos a todos presente. Es enriquecedor para el alma vivir estos momentos, y es poco probable que entiendas porqué mi emoción. Al final, conversas con los otros, que como tú, quedaron exaltados por el experimento. Es como... ¿ver un documental? ¿ver una obra de teatro? ¿ver una obra de teatro documental sin actores?...no sé, puede ser algo así.

Luego, atendiendo al Festival de Jazz, fui muy bien acompañada a ver un recital de Enrico Pieranunzi, un italiano que estaba por primera vez en la ciudad y del que tenía poco conocimiento. Exquisito concierto. No soy experta, pero el jazz tiene esa particularidad de que si los instrumentos no están bien coordinados, puede ser molesto, pero la armonía de estos tres músicos: piano de cola, contrabajo y batería, dio para una hora sin aliento. Fue casi tan sublime como aquella vez que Ángel me llevó a ver a Gal Costa en el Barranquijazz.

Enrico Pieranunzi - Castle of solitude

Así pues, después de haber vivido los doces meses calendario en esta ciudad (llevo más pero me perdí unos meses por andar en otro lado), puedo decir que a nivel cultural y de actividades, estos meses de cierre de año son los mejores para venir a Buenos Aires, hay muchas cosas para hacer y el clima todavía está bueno; enero es el peor mes: demasiado calor y nada que hacer porque todos se van (la gente tomas las vacaciones en esas fechas); cuando empieza el otoño, más o menos en marzo, se ven los atardeceres más hermosos y la ciudad se pinta en tonos ocres (a mí me encanta); y en invierno no hay mucho por hacer y además hace frío.

En fin, Buenos Aires querida, como siempre digo: no me dejas amarte, pero al menos me dejas besarte.

2 comentarios:

mentegolosa dijo...

Alguien escribió que la vida es un Teatro en el que todos somos actores...esta es una experiencia que nos muestra , nos vive, esa realidad...espectacular!!

Anónimo dijo...

Me quedo con el último comentario.

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