Hay olores, sensaciones, gustos y paisajes que nos regresan algún recuerdo suspendido en la memoria. Por pequeños instantes nos transportamos a escenas pasadas y volvemos a vivir las sensaciones que algún sentido nos trajo.
Los olores de galleta Festival de fresa me recuerdan los recreos del colegio cuando estaba en la primaria, o el olor a Boliquesos me devuelve al Rosa Agazzi, donde hice mi jardín. Era más chiquita todavía. A veces siento en mi boca sabores de infancia, o sabores de deliciosos platos - o postres más bien- que buscaba como loca por mi ciudad, como la malteada de chocolate belga de El Corral, la Oreo Shake de Café de la Casa o el Brownie con helado de la Terraza Café. Estos, además de ser dulces recuerdos, vienen con una que otra sensación de enamoramiento.
Hay sonidos que cuando vuelven a mí son exquisitas melodías que me perdí de escuchar con frecuencia, como las olas de mar rompiendo en la orilla de una noche silenciosa, o el grillo que quería encontrar en mi patio para callarlo de un pisotón... hoy lo extraño... así somos las mujeres.
Es extraño que ninguna textura me atraiga. Comienzo a notar qué tan visual, auditiva y hambrienta soy. Me gusta esto de tener sentidos que recuerdan, me devuelven momentos que perdí en el tiempo y logran hacerme viajar por estos caminos anacrónicos.
Me gustaría saber dibujar para ilustrarles la galleta de fresa + las olas de mar que tengo en mi mente. Pero como no sé, imaginen ustedes...
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