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Afremov |
Ya se acaba el verano y comienza el otoño, mi estación preferida, y empiezas a ver qué rápido ha corrido este año. Qué fugaces los planes dominicales han pasado por el frente y yo solo he divisado su estrepitosa estela solar. Ya pronto es abril, ya pronto viene el frío, ya pronto la melancolía vuelve a envolver a esta ciudad. Y es el canto de las hojas caídas y el arrullo de los árboles con el viento lo que mantiene mi mente despierta y desvela mis noches. No eres tú. Quisiera que fueras tú. Pero no estás. Buenos Aires, qué mejor época para describirte que el otoño melancólico, gris, bohemio y hasta un poco romántico. El tango que canta remembranzas de noches solitarias, de amores olvidados, de tristezas del alma. Eres tú toda, Buenos Aires, tu gente, tu música y tu apariencia, la que me resguarda las noches en vela: un vino, un libro, un sueño, un amor. Y empiezo a entender nuevamente mi interior. Y empiezo a encontrar nuevamente mis palabras. Y empiezo a sentir que eres tú, otoño de Buenos Aires, quien me despierta este gran amor. Amor por la melancolía de vivir y vivir lejos de ti.